martes, 26 de abril de 2016

Día Diocesano de los Jóvenes

David Fraile nos cuenta su experiencia en el Día Diocesano de los Jóvenes.



La experiencia que vivimos los jóvenes que estudiamos en San Jerónimo el pasado sábado 23 de abril en la Casa de la Iglesia de Salamanca fue extraordinaria.

Desde primera hora de la mañana, que partimos de San Jerónimo, se respiraba un ambiente juvenil y más cuando nos encontramos a muchas parroquias y colegios como el nuestro que iban a compartir la aventura.

Cuando llegamos nos separaron en grupo mientras veíamos una especie de espectáculo para concienciar a los jóvenes sobre a qué encuentro habían ido. Cada colegio se dividió proporcionalmente, de manera que fuéramos a los talleres que habíamos escogido para conocer nuevos compañeros y, sobre todo, conocer el mundo social de personas excluidas, marginadas o que, sencillamente, no tienen las oportunidades o recursos de cualquier persona con posibilidades. A los grupos formados se les llevaba por distintas zonas de Salamanca para que participaran en sus respectivos talleres. Cada joven que fuimos, incluso monitores, descubrimos un mundo donde, por cualquier motivo, la vida te pone dificultades y no hay excusas para lograr superarlas. Al menos en mi taller me di cuenta del valor que tiene el no rendirse y mantener la felicidad. Me enseñó muchísimo la casa donde vivían jóvenes con los que compartí parte de la mañana y ver una sonrisa en la cara de esos pequeños te hace ver que cosas así en la vida no tienen precio.

Hacia el mediodía abandonamos todos los grupos nuestras respectivas actividades para almorzar con nuestros compañeros, seguir socializándote con los jóvenes de otros centros y conocer en ese tiempo libre lo gigantesca que era la casa donde convivimos durante el día.

La experiencia de la mañana me había dejado con buen sabor de boca y desde que empezaron a formarse grupos para los talleres de la tarde sabía que no me iba a disgustar.

Nos volvieron a repartir en grupos y a mí me tocó con compañeros de San Jerónimo. El día seguía consistiendo en conocer a nuevos amigos y compartir con ellos a través de los talleres, ya fuera de danza, videoclip, música, graffiti… A parte de eso, desde que acababan las actividades podías participar en un videoclip con quien quisieras para el festival de la noche, con lo que finalizaría el día, pero siempre con la preocupación de pasarlo en grande con la actitud de colaborar mientras seguías compartiendo el día con los chavales y monitores, pudiendo también pasear por la casa y conocerla más a fondo con tranquilidad.

Al atardecer nos llevaron a todos hacia el auditorio para ver la función que nos habían preparado donde nosotros aparecíamos en videoclips relacionados con el cristianismo u obras teatrales.
Nos dieron la sorpresa con un concierto del cantante de canciones religiosas Nico Montero que, la verdad,  es alguien que atrae, juega y entretiene estupendamente al público con su preciosa voz y su guasa gaditana. Para terminar un día completito de emociones y buenas sensaciones hubo una oración y cada grupo se fue con una experiencia que poder contar a casa.

Agradecer a todos los que ayudaron y contribuyeron para que un día así fuera posible y que cada joven que fue saque una sensación positiva en cada taller; que nos enseñaron miles de virtudes de los que lo tenemos prácticamente todo, para apreciar los millones de detalles no materiales con los que aprendemos a sacar una sonrisa junto con esas personas con dificultades y obstáculos, ya fuera con menores con cualquier tipo de problema familiar o social, hasta los comedores que alimentan a los menos favorecidos.

Personalmente saco una buena impresión de lo que vi, aprendí y conocí y la sensación que me dieron todos los compañeros con los que pude pasar ese gran día fue exactamente la misma.


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